Cuando se trata de una Convención de Empresa el humor se debe tocar de una manera muy sutil, según la tipología de público.

El artista no es el protagonista, lo es el evento.

Y quien se debe llevar todos los aplausos no es el “maestro de ceremonias”, sino la marca que contrata tus servicios

Hay que ser original, cercano, pero sobre todo empático con el público.

Y eso solo se consigue habiendo escuchado previamente las directrices que te sugiere el cliente para ajustar el tono humorístico acorde al evento.

Por eso y por mi dilatada experiencia  sobre un escenario aconsejo olvidarse siempre de un guión pero sí ser fiel a unas pautas. A una escaleta. A un ritmo.

Aportar pequeñas píldoras de improvisación para mantener un tono fresco y espontáneo.

Uno debe ser capaz de transmitir el espíritu y los valores de la compañía incidiendo en los aspectos más importantes de la marca.

Liderar la atención del acto y seducir a los asistentes con el mensaje a transmitir.

Un mensaje que debe convencer, debe cautivar, debe ilusionar, pero por encima de todo debe hacer pasar sencillamente un buen rato a los asistentes.

Y eso solo se consigue con experiencia, trabajo en equipo, saber escuchar y entender los objetivos de la marca.

Pero sobre todo, anteponiendo siempre las necesidades de la empresa al ego del artista.